Somos lo que pensamos, sentimos, creemos y comemos.

El ser humano es una comunidad de aproximadamente 30 billones de células. El destino de una célula y en consecuencia el del organismo, parece que está determinado por su entorno. De ahí la importancia de procurar un entorno saludable. Si creamos un medio sano para las células, se beneficiará el organismo. Este entorno, se concreta en la forma de pensar, sentir, creer y comer.

Por ejemplo, si pienso en algo bello, si siento gratitud, sí creo que soy una persona segura y si me nutro correctamente, entonces mi cerebro segregará dopamina, oxitocina, melatonina, etcétera; si sucede al revés y pienso en cosas negativas, siento rabia, creo que soy inútil y no me nutro de forma sana; mi cerebro segregará hormonas del estrés como cortisol y adrenalina.

Así pues, la única experiencia que necesitamos es la de la felicidad, la cual llega cuando una persona empieza a hacerse cargo de su salud (física, emocional y mental) y elimina toda congestión y desequilibrio de su cuerpo. Es decir, empieza a responsabilizarse de su vida, a tomar conciencia de sí mismo.


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